Calcografía Nacional

Paisaje y flores Renovación del dibujo académico en el siglo XIX

La Calcografía Nacional, en colaboración con la Fundación ACS, presenta una exposición que reflexiona sobre la renovación del diseño artístico a partir de la enseñanza académica del dibujo de paisajes y flores.

A finales del siglo XVIII, en las principales Academias europeas comenzó a ser parte de su docencia el dibujo de paisaje y flores. Y desde entonces empezaron a desarrollarse programas y a editarse manuales que sistematizaron su enseñanza.

Con estos modelos se creó el núcleo renovador de la docencia del dibujo artístico, que será el origen común de los artistas de las primeras vanguardias del siglo XX.

A través de los nuevos modelos el artista desarrolla el color y la composición como elementos abstractos que construyen el nuevo dibujo por medio de la mancha y la geometría.

La exposición está compuesta por dibujos, estampas y fotografías de paisajes y flores, bien en hojas sueltas o en cartillas.


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Información

  • Calcografía Nacional
  • Martes a sábado: 10 a 14 y 17 a 20 h
  • Domingos y festivos: 10 a 14 h
  • Cerrado: lunes y 1 de mayo
  • Entrada gratuita

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El dibujo de paisaje

Ahondando en la tesis del historiador Robert Rosenblum (1927-2006), quien señaló como origen de la abstracción la pintura de paisaje romántico del siglo XIX,en su Modern Painting andthe Northern Romantic Tradition: Friedrich to Rothko (1975), observamos que su argumentación está construida sólo con las obras únicas de los artistas más relevantes del género, por lo que es más difícil justificar la difusión. Su tesis se refuerza si consideramos la participación de la compleja red de manuales, tratados y cartillas de modelos usadas para el aprendizaje del dibujo, que siempre ha quedado sepultada al construir la historia del arte. Sin embargo, es esa sucesión sin ni siquiera excluir los más mediocres modelos, la que ha definido un “espíritu de época” con mayor difusión que las grandes obras maestras con las que posteriormente se ha construido el brillo de la historia, ya que ciertamente son esos aprendices geniales los que han superado las lecciones de sus inicios convirtiéndolas en auténticas obras de arte. Además, hay que advertir que muchos de los mejores artistas, conscientes de que su influencia solo la difundía la estampación de sus lecciones, participaron en la didáctica diferida al editar sus métodos y modelos, o simplemente lo hicieron otros autores copiando esas obras maestras a través del grabado calcográfico y la litografía.

Así pues, tras presentar este extenso panorama con solo unos pocos autores significativos, es necesario reconstruir su desarrollo para que sea posible rastrear el aprendizaje de los distintos artistas sobre los títulos de esta sucesión de manuales, y por lo tanto descubrir sus contaminaciones en el momento más vulnerable de su personalidad. Ya lo advirtió Ernest Gombrich (Art and illusion.1960) cuando se refiere a las cartillas del dibujo de figura, justificando las “patologías” de los retratos de Rubens, como consecuencia de las reglas geométricas para construir el rostro, que conservó desde su aprendizaje del dibujo sobre el tratado de Crispijn van der Passe (Light der teken en schilder konst, Ámsterdam, 1643). Por eso, Gombrich destacó la importancia de esta literatura artística, apuntando la paradoja de su extraordinaria escasez en las más importantes bibliotecas del mundo, ya que la única razón que explicaría su desaparición es su intenso uso en los talleres y academias.

El dibujo de flores

Desde el siglo XVI, ornamentistas y orfebres recibieron para su formación las lecciones con unas pocas cartillas de modelos impresos,de las que se han conservado escasísimos ejemplares, y en ellas las flores se reprodujeron con una gran carga de estilo por importantes artistas. Pronto el ornamento de flores tuvo una aplicación enlos brocados para vestidos litúrgicos y los de lujo para la nobleza; y con esta tradición, la flor se convirtió en motivo principal, bordado o estampado, para el diseño de telas. Por ello, a finales del siglo XVIII, en ciudades europeas con implantación de la pre-industria textil, las academias de dibujo reforzaron su enseñanza en el dibujo de flores. Un ejemplo conocido y estudiado es el de la Escuela de Flores y Ornatos aplicados a los tejidos creada por Real Orden de Carlos III en 1784 en la valenciana Academia de San Carlos. Igualmente,el centro textil de la ciudad de Lyon creó una influyente escuela de pintores con repercusión europea, especializados en flores, y con solo los nombres de muchos de estos diseñadores-profesores-pintores quedaría descrito uno de los capítulos brillantes de esta historia docente.

También el dibujo de flores tuvo una participación importante en la formación del naturalista, lo que en el siglo XVIII recibe un gran impulso desde las principales instituciones de investigación botánica, como el Jardin des Plantes de París, creado en 1635 como jardín medicinal para Luis XIII.El nuevo dibujo de flores se impartió en esta institución con profesoras como Madeleine F. Basseporte (1701-1780), que fue ilustradora botánica oficial durante casi cincuenta años. Una vez implicado en la enseñanza de las escuelas de ciudades en las que la creciente industria textil demandaba dibujantes con esta especialidad, su docencia terminó implantándose en las Academias de las principales ciudades europeas.

El dibujo de flores, desprendido de su aplicación utilitaria, además de ser campo extenso para la experimentación del color y la composición, brindó al pintor un nuevo espacio, donde la ley de la gravedad no existe y la flor reitera sus descripciones, buscando los más variados puntos de vistas que coexisten en la misma imagen. Para resumir en una sola obra la aportación que el dibujo de flores concentró sobre el comienzo de las vanguardias, tendríamos que referirnos a la extraordinaria recopilación que supuso la obra en cuatro volúmenes, con 384 ilustraciones de gran formato, Encyclopédie artistique et documentaire de la Plante publiée sous la direction de M.P. Verneuil (París, Librairie Centrale des Beaux Arts, 1904-1908). Su coordinador, el decorador y crítico Maurice Pillard-Verneul (1869-1942), fue uno de los maestros del Art Nouveau francés que, en 1892, había seguido en l’Ecole Guérin los cursos de Eugène Grasset (1845-1917), escultor, diseñador y uno de los profesores más innovadores a finales de siglo XIX. Así pues, el ejemplo de esta obra puede considerarse la síntesis de los modelos que llevaron la energía de la flor y la planta hasta los cauces de la modernidad.

Juan Bordes

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