La dificultad de penetración en el significado de los Disparates, nacida de la exigencia consubstancial a la historiografía artística de encontrar un discurso inconográfico coherente para la totalidad de la serie, ha derivado en una sucesión de textos a los que caracteriza el abuso de elementos literarios.

Cabría preguntarse si el hermetismo de los Disparates es una característica intrínseca, y en definitiva un elemento diferenciador respecto a las otras series, o por el contrario, un convencionalismo de la historiografía derivado de la carencia de recursos interpretativos. Imágenes de difícil lectura se encuentran presentes en otros ciclos gráficos. Así lo confirman, por ejemplo, algunas estampas de brujería de los Caprichos –Buen viaje¡Miren qué graves!Se repulenSoplonesCorrección…– o el conjunto de los Enfáticos en los Desastres de la guerra. Es cierto, sin embargo, que los elementos disponibles para conocer la intencionalidad de Goya en los Disparates son menores que en los demás casos.

Varias circunstancias han contribuido a reforzar el enigma de esta serie: su carácter inconcluso, la ausencia de un ejemplar de pruebas equivalente a los que poseyera Ceán de Desastres y Tauromaquia, la inexistencia de explicaciones o leyendas descriptivas, el distanciamiento en el proceso creativo entre los dibujos preparatorios y las estampas finales, la incomprensión del alcance semántico de los títulos asignados a algunas pruebas de estado, el silencio en las fuentes de época, la tardía publicación de las estampas, su arbitraria ordenación, la desviación producida por el título dado en las ediciones académicas vinculando la posible interpretación de las imágenes con proverbios o refranes… La irrelevancia de la información conocida ha dejado expedita a la especulación teórica la opción de respuesta a unos cuantos interrogantes: ¿cuándo fueron concebidos y realizados los Disparates?, ¿por qué no se publicaron?, ¿qué título se aproxima con mayor fiabilidad a las intenciones del artista?, ¿cuáles son las claves interpretativas para penetrar en el significado de las imágenes?

Ciclo sin título fiable

A diferencia de los restantes ciclos gráficos, donde la existencia de una portada o un anuncio de venta permiten deducir títulos fiables y acordes con la voluntad del artista, no existe referencia alguna de esta índole para su última serie. El título con mayor fortuna en nuestros días no ha sido el único propuesto, ni siquiera fue el primero. Las noticias más antiguas en el tiempo se refieren a este conjunto de obras con el término "caprichos", o para ser más precisos, "caprichos segundos", en clara alusión a la "colección de estampas de asuntos caprichosos" publicada en 1799. Jaime Machén Casalins, el propietario de los cobres anterior a la Academia, los define como "caprichos fantásticos". Durante los años de la probable ejecución de la serie –1815 a 1824–, Goya hace mención a unos "caprichos originales con el título de Visiones de don Quijote", a los que pudiera corresponder un dibujo del Álbum F donde el hidalgo aparece sentado ante una caterva de seres grotescos suspendidos en el aire. Dicho dibujo, como otros del mismo cuaderno, guarda relación formal con varias estampas de la serie. Sea como fuere, el término "caprichos", tal vez el más apropiado, fue pronto desplazado por el de "sueños", y a partir de la primera edición, la Academia impuso el de "proverbios". Se desconocen los motivos de la asignación de este título, tal vez creado por suponer que las imágenes ilustraban algún tipo de adagio popular. En cualquier caso, dicho enunciado ha inducido a una interpretación específica cuya secuencia puede ser rastreada hasta los años sesenta del siglo XX. El significante "disparates", no exento tampoco de especificidad semántica, ha sido adoptado por la comunidad científica al existir un referente con valor testimonial: los epígrafes de catorce pruebas de estado. La validez del título "disparates" se sustenta en el presunto carácter autógrafo de esos epígrafes, pero no está confirmado con absoluta certeza que surgieran de la mano de Goya.

El terreno más especulativo es, todavía hoy, el del significado de las imágenes, una significación elaborada en sus innumerables variantes a partir de la categorización tópica del disparate como enigma. Ninguna serie, ni siquiera en sus divisiones estructurales de mayor complejidad, ha sido objeto de tan elevada dispersión metodológica e interpretativa. Los escritores románticos y realistas, en su afán desmedido por identificar las estampas de Goya con alusiones visuales a una época decadente de la historia, no dudaron en establecer intrincados vínculos con la sátira a los miembros de la familia real.

Psicoanálisis freudiano

Pronto, las propuestas de intencionalidad política cedieron paso a su contrario: el psicoanálisis freudiano. Desde dicha perspectiva, los juicios morales acerca de la realidad exterior fueron negados, trasladando la cuestión de la génesis de la imagen a los dominios interiores del artista. La aceptación de este proceso de interiorización culminó en múltiples alternativas, coincidentes en el discurso de la irracionalidad: libertad de instintos y pasiones, complejo libidinoso, perturbación paranoica, explosión delirante de irracionalismo, imposición de lo arbitrario…

Necesariamente, la contextualización de los Disparates en el periodo de oscurantismo político de Fernando VII y su vinculación con los Caprichos enfáticos, los dibujos del Álbum F y las Pinturas negras, ha permitido a la historiografía de la segunda mitad del siglo XX alcanzar nuevas conclusiones. A pesar de sus discrepancias, existe un punto de convergencia en muchas de estas recientes interpretaciones: la convicción de que las estampas contienen, en clave alegórica o simbólica, un componente de denuncia de los abusos cometidos por un régimen opresor. Tal caracterización de las imágenes como expresiones de la disidencia, entronca con la versión del Goya ilustrado heredera de los Caprichos, aunque adaptada evolutivamente a la ideología liberal. En algún caso, sin embargo, esta última evolución ni siquiera ha sido formulada, y los Disparates, supuestamente en deuda con fuentes emblemáticas como la Iconología de Ripa, la obra de Alciato o la Emblemata horaciana de Vaenius, son entendidos como un conjunto de ilustraciones morales concebidas por un artista impregnado de las doctrinas de la razón. No es necesario recordar que la Guerra de la Independencia y sus consecuencias constituyen la evidencia histórica del fracaso de la razón ilustrada. El momento de los Disparates no corresponde a la Ilustración, por eso resulta más convincente interpretar las estampas desde la perspectiva de la denuncia a la política fernandina. Una de las opciones con mayor fortuna en la actualidad, la explicación carnavalesca, tiene mucho que ver con este planteamiento.

El intento de solución del enigma de los Disparates a través de la tradición festiva del carnaval cuenta con una herencia de varias décadas, aunque en los últimos años ha recibido un renovado impulso, y no sólo en lo que respecta a la última de las series grabadas por Goya. De hecho, el más reciente ensayo sobre el contexto de los Caprichos insiste en la importancia del carnaval como clave interpretativa de su programa iconográfico. Es cierto que algunas escenas de los Disparates evocan el ámbito burlesco de las fiestas que preceden a la cuaresma. En la tradición popular de las carnestolendas subyace un inequívoco deseo de exceso y subversión. El carnaval remite al dominio de la irracionalidad, donde el disparate aparece transfigurado en norma. Pero en la medida en que el anhelo de transgresión dirige la conducta, el espíritu carnavalesco lleva implícito el rechazo a la autoridad. Ello permitiría explicar el carácter anticlerical y la crítica al estamento militar latente en algunas imágenes. Conforme al mismo argumento, las manifestaciones carnavalescas, con su complemento del mundo al revés, pudieron servir a Goya como estrategia de enmascaramiento de una actitud hostil a un sistema autocrático bajo el control del ejército y el clero reaccionarios.

Imágenes enigmáticas

Otros puntos de vista, no menos atrayentes que el de la interpretación carnavalesca aunque disconformes con él, enfatizan el concepto de subjetividad como núcleo de un comportamiento estético moderno. Los Disparates testimonian, según esta hipótesis, una transformación cualitativa caracterizada por la ruptura con la lógica natural y la pérdida de referencias denotativas. El factor de la intencionalidad del artista deja de tener importancia como elemento central de la apreciación de la imagen, que adquiere una indiscutible autonomía y una manifiesta ausencia de finalidad. Tal carencia de intención es, cuando menos, intuida por el espectador por carecer de un código de desciframiento válido. Aunque existen elementos formalmente reconocibles, carecen en apariencia de articulación, de modo que la subjetividad del artista y la quiebra de la comunicación lógica con el espectador se convierten en aspectos fundamentales de la idea de modernidad. En el fondo, este discurso confirma la condición enigmática de las imágenes.

Ahora bien, no todos los Disparates son herméticos en el mismo grado. Como fuera ya sugerido hace algunos años, varias escenas nacen de la acumulación de elementos heredados del repertorio gráfico de Goya, conformando una síntesis transfigurada de experiencias visuales previas. La mayor alteración afectaría a las estructuras compositivas y a la construcción formal de la imagen. Prevalece en ella, no obstante, ese rasgo ajeno a lo singular que caracteriza la producción goyesca y que hace admisible la sospecha de que la posición del artista se sitúa frente a la estupidez humana como concepto universal.

Javier Blas

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