Academia

Ceremonia de entrega de la Medalla de Honor de la Academia al Museo del Prado

10 de noviembre de 2019

 
Los académicos firmantes de la candidatura del Museo del Prado a la Medalla de Honor 2019 de la Academia, con nuestra propuesta (refrendada por la unanimidad del Pleno), hemos querido destacar la confluencia de distintas gestiones que en la actualidad han situado al Prado en la vanguardia de los museos del siglo XXI, y sumándonos a su celebración del 200 aniversario aprovechamos esta ocasión extraordinaria para recordarlo y señalarlo como orgullo de todos.

El artículo 154 del Reglamento de nuestra Academia propone que esta Medalla de Honor, “se concederá cada año a una persona o institución, española o extranjera, que se haya distinguido de modo sobresaliente en el estudio, promoción o difusión de las Artes”. Así pues, nuestra distinción no pretende redundar en lo que ya era evidente desde la creación del Museo en 1819 y que, desde entonces, al igual que otras instituciones como la Biblioteca Nacional, ha sido uno de los principales referentes de nuestra cultura.

Por ello, queremos poner nuestro acento en lalabor de “estudio, promoción y difusión” que el Museo ha realizado resumiendo cuatro aspectos de su actividad que visualizan para el gran público lo que es una larga gestión de dirección científica y administrativa de gran complejidad e inteligencia. Y estos cuatro puntos son: 1º El programa de exposiciones, 2º La política de publicaciones, 3º Los talleres de restauración y conservación y 4º La Biblioteca y el Centro de Estudios. Evidentemente esta gestión está centrada en la propia colección del Museo, que en su singularidad no tiene parangón en el mundo, pues muchos de los principales maestros de la pintura universal están representados con un elevado número de obras; pero también su gabinete de dibujos y la colección de esculturas bastarían para justificar su importancia mundial. E inclusoen las últimas décadas el Museo ha asumido la responsabilidad de enriquecerla notablemente mediante una decidida política de adquisiciones y aceptación de donaciones.

Pero esta Medalla al Museo del Prado también honra indirectamente a la Academia, pues ambas instituciones tienen una historia de hermanamiento que es bien conocida por muchos de los presentes. Es una relación que comienza desde el origen del Prado a través del proyecto encargado por Fernando VII a esta Academia de un Museo Fernandino, aunque finalmente se desestimara. Y también que una vez ya creado el Museo del Prado, hubo una norma explícita por la que sus directores debían ser nombrados entre los académicos numerarios de nuestra Corporación, lo que así ha sido de forma natural, pues entre los treinta y un directores que ha tenido el Museo, dieciséis también han sido miembros de la Academia.

Así, fueron sus directores los pintores y académicos José de Madrazo, Juan Antonio Ribera, Federico Madrazo, Antonio Gisbert, Vicente Palmaroli, Francisco Pradilla, Luis Álvarez Catalá, Fernando Álvarez de Sotomayor. Y la misma coincidencia (antes o después) se ha dado en los historiadores Diego Angulo Íñiguez, Francisco Javier Sánchez Cantón, José Manuel Pita Andrade, Federico Sopeña, Alfonso Pérez Sánchez, Francisco Calvo Serraller, Jose María Luzón y ahora Miguel Falomir, como académico electo.

El largo proceso de modernización hasta su situación actual, ha sido posible gracias a una labor previa con hitos tan importantes como el restablecimiento en 1980 del Patronato del Museo, que había sido suprimido en 1969, integrándolo en el Patronato Nacional de Museos. En ese mismo año se creó la Fundación de Amigos del Museo del Prado que ha tenido gran protagonismo y actividad en los últimos treinta años, razón por la cual en 2003 también obtuvo esta Medalla de la Academia. En 1986, siendo patronos del Prado entre otros académicos José Luis Yuste, el entonces ministro de cultura Javier Solana, ahora con nosotros como presidente del referido Patronato, propuso al Consejo de Ministros la aprobación del primer Decreto de Autonomía del Museo. En 1993-94 se llegó al pacto parlamentario que excluía al Museo del Prado de las controversias políticas; y dos años después se incorporaron los nuevos conservadores y conservadoras. En 1997, a iniciativa de Carmen Alborch, se convocó el primer concurso internacional para ampliar el Prado que, aunque quedó desierto, generó una firme voluntad del Gobierno sobre la conveniencia de la ampliación, por lo que en 1997 se convocó un segundo concurso internacional en el que académicos como Antonio Fernández Alba y Antonio Fernández Ordóñez tuvieron una intervención decisiva. Ya después, en 1999, y realizadas las obras en las cubiertas del edificio de Villanueva, se llegó al acuerdo para la cesión del Claustro de los Jerónimos y en 2001 se produjo la sentencia del Tribunal Supremo sobre la ampliación de los Jerónimos, basada en un importante informe de la Academia.

Así, transformada la personalidad jurídica del Museo para conseguir su autonomía y reorganización administrativa con la Ley reguladora del Museo Nacional del Prado de 2003 y el posterior Estatuto sancionado por Real Decreto en 2004, y tras la coordinación de conservadores y conservadoras, sus investigaciones sobre las colecciones se han visualizado con extraordinarias exposiciones de convocatoria mundial. Con la inauguración de la ampliación proyectada por Rafael Moneo en 2007, esta gestión ha aumentado de forma extraordinaria el ritmo de sus manifestaciones, materializándose tanto en exposiciones y publicaciones, como en importantes restauraciones de obras maestras de la colección.

Este cuerpo de conservadores y conservadoras son los auténticos “guardianes del museo” (como ha dicho Javier Barón), y ante la imposibilidad de nombrarlos a todos optamos por compendiar nuestro elogio en el mítico primer miembro de este cuerpo Luis Eusebi, pintor miniaturista que fue nombrado conserje mayor desde la inauguración del Museo en 1819, y que ya entonces redactó un primer catálogo con las 311 obras fundacionales, del que realizó dos nuevas versiones ampliadas.

Estos fundamentales profesionales de la estructura del Museo se insertan en el complejo organigrama, integrado por más de cuatrocientas personas, para formar un engranaje perfecto que en la actualidad tiene en sus puestos de máxima responsabilidad a Javier Solana (Presidente del Patronato) a Miguel Falomir (Director del Museo) a Andrés Úbeda (Director Adjunto de Conservación e Investigación) y a Marina Chinchilla (Directora Adjunta de Administración). Si estos cargos son determinantes, hay labores de continuidad y transmisión de información año tras año y dirección tras dirección, en las que desde hace mucho tiempo ha estado presente la secretaria ejecutiva del Real Patronado, María Dolores Muruzábal.

Al presentar en un resumen muy estricto los cuatro aspectos que hemos anunciado, estoy seguro que todo el auditorio sabrá perdonarme incluso las omisiones fundamentales en las que pueda incurrir, pues en favor de la brevedad haré una síntesis muy sucinta.

1- El programa de exposiciones además de su excelencia, hoy supera en intensidad y cantidad la oferta de los mejores museos internacionales de arte antiguo, pues se ha producido una abrumadora secuencia de muestras donde en ninguna ha decaído el grado de imaginación de sus planteamientos, ni tampoco los recursos, que han sido solucionados gracias a una difícil labor de captación de grandes patrocinadores para ligarlos al Museo. Y aunque cuando disfrutamos de un trabajo bien hecho nunca pensamos en quien coordina ese maremágnum, es justo agradecer a Lucía Villareal, la actual jefa de servicio del área de Exposiciones, el perfecto funcionamiento de todo un equipo.

Ciertamente no ha habido exposición que carezca de tesis, con lo que se demuestra la capacidad creadora de sus conservadores y conservadoras, además del gran alarde de su rigor científico. Es cierto que a finales del siglo pasado se realizaron exposiciones puntuales tan memorables como la de Velázquez de Alfonso Pérez Sánchez (1990) seguidas de otras cuatro con distintos aspectos de la obra del pintor sevillano en 1999, año del cuarto centenario de su nacimiento y siendo Fernando Checa Director del Museo. Pero ya desde comienzos del siglo actual, esa secuencia de exposiciones temporales se ha convertido en habitual a lo largo de todo el año, incluso simultaneando varias muestras importantes. Son proyectos en los que se advierte la intención de actualizar la narración de la historia del arte con lecturas transversales, rebasando los límites cronológicos como La belleza encerrada (de Manuela Mena) o Metapintura (de Javier Portus), o con paralelos reveladores como Miradas afines (de Alejandro Vergara) y por supuesto incorporando una cierta dimensión de género y una decidida recuperación de pintoras magistrales, con exposiciones como las de Clara Peeters (de Alejandro Vergara), Mujeres pintoras del XIX (de Javier Barón) o la actual de Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana (de Leticia Ruiz), etc.

Grandes exposiciones donde los más conocidos maestros se han mostrado con perspectivas inéditas, como las de Goya en tiempos de guerra, El último Rafael, Bocetos de Rubens, El joven Van Dick, El Greco y la pintura moderna, Ribera y las furias, etc. Así mismo, se han incluido monográficas de los grandes maestros antiguos, logrando reunir tan importante número de obras autógrafas que se han marcado hitos mundiales, como en las muestras de George La Tour, El Bosco, Lotto, Bermejo, Ingres, Morales, Maino, Vermer, Meléndez, etc.; o también de maestros de los siglos XIX y XX como Carlos de Haes (de José Luis Díez), Turner, Fortuny, Manet, Bacon, Picasso, Renoir, Sorolla, etc.

Pero, aunque en el Prado la pintura tiene máximo protagonismo, el dibujo siempre ha compartido una presencia tan singular como la de Goya en la historia universal. El actual responsable de este tesoro, José Manuel Matilla, nos ha mostrado con exposiciones como Alonso Cano dibujante, Un siglo de dibujo italiano y otras con guiños a la fotografía, que “no solo de Goya” podemos presumir. No obstante, todos esperamos con gran expectación ese inminente despliegue de don Francisco, en el que entre Matilla y Manuela Mena nos presentarán el dibujo de Goya en su más completa dimensión. Pero también, el dibujo ha tenido presencias espectaculares entre las grandes exposiciones, como la de Ribera maestro del dibujo (de Gabrielle Finaldi) o acogiendo las de Durero, obras maestras de la Albertina, El trazo español en el British Museum, etc. E incluso se han atendido pequeñas exposiciones de gabinete como las del Grafoscopio: un siglo de miradas sobre el Museo del Prado, Talbot y el primer libro de arte ilustrado con fotografías, Roma en el bolsillo, Las miniaturas del Prado, In lapide depictum (de Ana González Mozo), etc.

Y aunque comprensiblemente han resultado menos frecuentes las exposiciones de escultura, éstas han sido tan importantes como la de Los Leoni (de Jesús Urrea), Entre dioses y hombres (de Stephan Schröder), la de Solidez y belleza sobre el escultor Miguel Blay (de Leticia Azcue), o la reciente de Giacometti (comisariada por nuestra Académica de Honor Carmen Giménez), etc.

Además, el programa expositivo se ha ampliado con proyectos procedentes del “Prado Disperso”como la exposición sobre la serie del Paular de Vicente Carducho. O con la Obra invitada, o losde difusión fuera del Prado: De gira por España, El Prado de viaje… Así como el formato de exposiciones didácticas como la tiflológica Hoy toca el Prado, El Prado en Alburquerque, en Asunción, Lima, La Habana, etc.

2- La política de publicaciones revela que unode los objetivos del Museo del Prado es que gran parte de los resultados de su actividad científica y académica sean objeto de publicación, siguiendo una línea editorial bajo la coordinación de Dolores Gómez de Aranda. Y así, además de la edición anual de su Boletín, iniciado en 1980 por el entonces director José Manuel Pita Andrade y patrocinado por la Fundacion de Amigos del Museo del Prado, se ha logrado crear una biblioteca de obras de referencia con sus catálogos de exposiciones, que han llenado lagunas bibliográficas a nivel internacional con monografías completas de los maestros expuestos. Pero además, destacan obras singulares como La enciclopedia del Prado (coordinada por Francisco Calvo Serraller y Miguel Zugaza), o los cuatro espectaculares volúmenes sobre el proceso de la creación gráfica de las cuatro principales series calcográficas de Goya en colaboración con la Calcografía Nacional de nuestra Real Academia.

También hay que señalar proyectos en marcha que por su extensión y complejidad requieren el trabajo de sus conservadores durante años o incluso décadas, simultaneándolo con ocupaciones más inmediatas. Estos son los fundamentales catálogos razonados, como el del Greco (que iniciado por Álvarez Lopera ha sido continuado por Leticia Ruiz), el de la pintura holandesa y el de Teniers (sobre los que trabaja Teresa Posada), el de Velázquez (que realiza Javier Portús), el de Tiziano (por Miguel Falomir) o el de los dibujos de Goya (de Matilla y Mena) del que ya conocemos uno de sus cinco volúmenes en proceso.

Hay que destacar otras formas de edición, pues en tiempos actuales son importantes labores de comunicación cuya jefatura está a cargo de Carlos Chaguaceda, o el desarrollo digital coordinado por Javier Pantoja. Y precisamente tiene gran corroboración de su excelencia que la web del Museo haya sido galardonada en dos modalidades del Premio Webby (considerado por el New York Times como el mayor reconocimiento de Internet); incluso que lenguajes tan potentes para la narración como el soporte del cómic sean utilizados por el Museo.

3- Los talleres de restauración (reciente Premio Nacional de Restauración), que abarcan la pintura, el papel y la escultura, dotados con la tecnología de vanguardia, y actualmente bajo la dirección de Enrique Quintana, son una referencia mundial en su actividad y también un centro de formación con convocatoria internacional. En la etapa más reciente han realizado intervenciones en obras maestras de la colección como El Lavatorio de Tintoretto, los retratos ecuestres de Velázquez, El Jardín de las Delicias del Bosco, las tablas de Adán y Eva de Durero, la del Descendimiento de Van Der Weyden, Carlos V a caballo de Tiziano o La Anunciación de Fra Angélico, etc. Además de complejas restauraciones en escultura como el Tesoro el Delfín, y sobre papel con los dibujos de Goya. Estas intervenciones han generado exposiciones técnicas que informan sobre los procesos, como la sorprendente de El trazo oculto: dibujos subyacentes en pinturas de los siglos XV y XVI. Igualmente, sus conclusiones han dado lugar a publicaciones técnicas de referencia mundial como los definitivos estudios técnicos sobre Velázquez y El Greco de Carmen Garrido, etc.

4- La Biblioteca y el Centro de Estudios. En 2009 culminó la inauguración del Casón como Centro de Estudios, albergando la nueva biblioteca, archivo y documentación, que bajo la dirección de Javier Docampo primero y ahora María Luisa Cuenca, están consiguiendo en muy poco tiempo convertirla en referencia mundial sobre las fuentes artísticas. Con sus fondos ha generado exposiciones como Biblioteca Artis, o la actual El maestro de papel. Pero además, el Casón acoge la Escuela del Prado, una de cuyas principales líneas de actuación es la Cátedra del Museo del Prado (patrocinada por la Fundación de Amigos del Museo) que despliega un amplio calendario de seminarios, simposios, congresos internacionales y talleres, además de otras actividades de educación coordinadas por Ana Moreno.

En conclusión, esta avalancha de realizaciones, relatada con inevitables ausencias que he incluido en los muchos “etcéteras” con los que terminan cada grupo de ejemplos, convergen en 2002 en un intenso período de modernización del Museo bajo la dirección de Miguel Zugaza, apoyado siempre por Gabrieli Finaldi, y que desde 2017 ha sido reforzado por el actual director Miguel Falomir, con iniciativas de micro-mecenazgos y fundamentales proyectos en marcha como la ampliación en el Palacio del Buen Retiro y la reconstrucción del Salón de Reinos. En resumen, es ésta la principal razón por la que el Pleno de la Academia resolvió por unanimidad la concesión de la Medalla de Honor 2019 al Museo del Prado.

Para terminar, si hasta ahora he hablado en nombre de la Academia, no quisiera perder la ocasión de agradecer públicamente al Museo, representando a muchos artistas (de eso estoy seguro), que como yo mismo tantas lecciones hemos recibido del Prado. Mi primera visita fue cuando todavía la Dama de Elche dormía en el Museo y en la sala de las Musas las esculturas conservaban su instalación original; yo era entonces un adolescente de catorce años que soñaba con Picasso, Matisse, Giacometti o Calder, y ya después con todas las vanguardias de los años 70, pero en el Museo del Prado fueron esos mismos artistas los que me enseñaron a verlos a todos ellos en uno solo de los cuadros o en cada una de las esculturas. Ya desde aquellas visitas en las que dibujaba mis admiraciones, comprendí poco a poco cómo para que un hombre del siglo XVI, XVII, XVIII o XIX pueda hablarle tan intensamente a otro del siglo XX o XXI sólo es posible hacerlo a través de las obras maestras, las únicas que crecen con la Historia y con nuestra historia personal. En las salas de este Museo llegué a la conclusión de que el arte es una eterna salmodia, una repetición de la que brotan infinitas formas de fascinación. ¡Sólo eso, y nada menos que eso! Ya desde entonces para mí el Prado ha sido siempre mi Casa de las Obras Maestras.

Juan Bordes
 

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La concesión de la Medalla de Honor de la Academia al Museo Nacional del Prado, cuya candidatura fue presentada por el escultor Juan Bordes y los arquitectos Rafael Moneo y Juan Navarro Baldeweg, obtuvo la aprobación unánime de la corporación. En el acto de entrega de la Medalla de Honor, Juan Bordes leyó la laudatio en nombre de la Academia.

Reconoció que la labor de “estudio, promoción y difusión de las Artes” –méritos señalados en los Estatutos académicos para otorgar la Medalla de Honor- “podría resumirse sintetizando cuatro aspectos de la actividad del Museo del Prado que visualizan para el gran público una gestión de dirección científica y administrativa de gran complejidad e inteligencia. Estos cuatro puntos son: (1) el programa de exposiciones, (2) la política de publicaciones, (3) los talleres de restauración y conservación y (4) la biblioteca y el Centro de Estudios”. En efecto, la modernización del Museo del Prado le ha situado en un lugar predominante y referente respecto a otros museos de arte antiguo, gracias a una acertada gestión de sus colecciones apoyada en esos pilares fundamentales.

En torno al núcleo de una de las colecciones artísticas más importantes del mundo, la modélica modernización del Prado durante las últimas décadas se sustenta en la actualización de su plan museológico y museográfico, el rigor científico de sus extraordinarias exposiciones, la edición de publicaciones científicas de referencia en la fortuna crítica de los grandes maestros, la remodelación y ampliación de sus espacios y el dinamismo de su Centro de Estudios.

Javier Solana señaló las estrechas relaciones de la Academia con el Prado, como “el antecedente más cercano del Real Museo, del que ahora celebramos su bicentenario, y cuyo anuncio, publicado en la Gaceta de Madrid el 18 de noviembre de 1819, proclamaba su ‘utilidad’ y su intención de ‘propagar el buen gusto en materia de Bellas Artes’: la misma empresa en la que la Academia se había embarcado hacía ya más de medio siglo”. “A lo largo de su andadura –subrayó el presidente del Patronato-, varias veces centenaria, el Museo y la Academia han compartido no solo vocación e historia, sino también unas colecciones artísticas que dialogan con la más feliz naturalidad. Más aún, esta historia compartida puede ser igualmente narrada a través de los directores, académicos, patronos, restauradores y conservadores que, con su trabajo y esfuerzo, han contribuido al esplendor de ambas instituciones y a la custodia y conservación del patrimonio histórico-artístico español”.

Una colaboración entre ambas instituciones muy vigente en la actualidad y con perspectivas de futuro, avanzando juntas en investigación y tecnología. Con la concesión de su más alto y preciado galardón –la Medalla de Honor-, la Academia se congratula de su historia compartida y premia el destacadísimo papel cultural y la trascendente repercusión social del Museo del Prado.

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