Academia

Premio ‘Rafael Manzano Martos’ de Arquitectura Clásica y Restauración de Monumentos 2014

22 de octubre de 2014

En la edición de 2014 el Premio ‘Rafael Manzano Martos’ de Arquitectura Clásica y Restauración de Monumentos ha sido concedido al estudio de arquitectura de Javier Cenicacelaya e Íñigo Saloña.

Intervendrán en el acto de entrega, que se celebrará en la Academia el 23 de octubre, Antonio Bonet –Director de la Academia–, Richard Dreihaus –Presidente de The Richard Dreihaus Charitable Lead Trust–, Michael Lykoudis –Decano y profesor de la School of Architecture of the University of Notre Dame–, Rafael Manzano Martos –Académico de número– y los premiados Javier Cenicacelaya e Íñigo Saloña. Leerá la laudatio Michael Lykoudis.

Previamente a la entrega tendrá lugar la apertura de las nuevas salas de arquitectura del Museo de la Academia, donde se exhibe la maqueta del edificio del Museo del Prado diseñado por Juan de Villanueva, patrocinada por The Richard H. Driehaus Foundation.
El edificio del actual Museo del Prado, proyectado por el arquitecto Juan de Villanueva (1739-1811) en un principio estaba destinado a ser Academia de Ciencias, Museo de Ciencias Naturales y Laboratorio de Química. Su fábrica arquitectónica, acorde con las ideas de la Ilustración, no sólo sería funcional sino también contribuiría al embellecimiento de la ciudad, integrándose a los vecinos establecimientos científicos del Jardín Botánico y el Observatorio Astronómico, obras en las cuales también intervino Villanueva.
 
Hasta mediados del siglo XIX, en el año 1847, no se fundó la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Los avatares históricos, entre ellos la Guerra de la Independencia, hicieron que el edificio de la Real Academia de Ciencias, concebido por Carlos III y construido por Villanueva nunca tuviese el destino para el cual se había construido. En 1819 por voluntad del rey Fernando VII la obra de Villanueva, tras las consiguientes transformaciones pasó a ser el Museo de las Nobles Artes [hoy Museo del Prado], cuya fama es universal.
 
En el año 1785 el Conde de Floridablanca, Primer Ministro del rey Carlos III, mostró al monarca, en presencia del Príncipe de Asturias, el futuro rey Carlos IV, dos únicos proyectos diseñados por Villanueva para la construcción del “Palacio de las Ciencias”. El primer proyecto consistente en cuatro diseños que se conservan en la Academia, fue rechazado, quizás por tratarse de un edificio complejo y de alto coste, optando Carlos III por el segundo proyecto, más sencillo y económico.
 
Los cuatro diseños del proyecto rechazado y no construido tienen el atractivo de lo inédito, de lo que nunca se ha materializado de forma concreta y efectiva. Puesta la mente en acción el entendido puede deleitarse con imaginativas y supuestas apariencias. Ahora bien, para una total comprensión de un proyecto, lo mejor es trasladar a la tercera dimensión los planos y alzados dibujados por el arquitecto. La vieja aspiración del Museo de realizar la maqueta fue llevada a cabo por el maquetista Juan de Dios Hernández y su colaborador Jesús Rey, quienes en el año 2012 finalizaron el “modelo” que desde hoy, gracias al generoso mecenazgo de The Richard H. Driehaus Foundation, se ha incorporado a los fondos artísticos de la Academia, presidiendo las nuevas Salas de Arquitectura abiertas en su Museo.
 
El filántropo Richard H. Driehaus es un exitoso asesor de inversiones que realizó su primera obra filantrópica en 1983 cuando estableció su Fundación en Chicago. Su interés en materia de construcción incluye el apoyo a estrategias para dar a conocer al público la arquitectura tradicional, mayormente a través de concursos, exposiciones, publicaciones y proyectos de corte humanista que respetan y refuerzan el sentido de existencia de un lugar. También destaca su apoyo en defensa de las políticas de preservación efectiva y del place-making o recuperación de espacios públicos para el uso de los ciudadanos y el desarrollo de las comunidades.
 
Juan de Villanueva proyectó, en las dos propuestas presentadas a Carlos III, un edificio lineal, de frente prolongado, dividido en tres partes con tres entradas independientes interiormente conectadas entre sí. Ambos proyectos de iguales dimensiones, ocupan la franja estrecha del lado Este del Paseo del Prado. Ahora bien, la diferencia existente entre los dos proyectos es que el rechazado tenía la fachada del edificio enmascarada por dos pórticos tetrástilos, de columnas jónicas, que cubiertos servirían de paseo público. Rematados los pórticos por sendas exedras, con estatuas ecuestres de Carlos III y el Príncipe de Asturias, en el centro de los soportales había una rotonda circular que, carente de techo, con su espacio vacío marcaba el eje central de la principal entrada del edificio académico.
 
Para el ordenamiento interior del nuevo establecimiento científico, Villanueva siguió las pautas dadas por Pedro Franco Dávila, creador y director del Real Gabinete de Ciencias Naturales, que a la sazón estaba instalado provisionalmente en el edificio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la calle de Alcalá. Para el asentamiento de la nueva construcción en el Paseo del Prado, Villanueva supo adaptarse a las condiciones topográficas de su entorno, que conocemos a través del Plano Geométrico de Madrid de 1785, obra del geógrafo Tomás López. La fuerte pendiente existente entre la fábrica, el Monasterio de San Jerónimo y el Real Sitio del Buen Retiro obliga a dar poca profundidad al edificio que posteriormente en los siglos XIX y XX ha sido varias veces ampliado.
 
El nuevo edificio se proyectó para ser ubicado en el Paseo del Prado, que siguiendo la desigual cañada que atraviesa de Norte a Sur la parte Este de la ciudad, desde la época de Felipe II se había convertido en el lugar de esparcimiento y solaz de los madrileños en las noches de estío. En 1768, tras ser explanado su suelo y remodelado sus fondos, se encargó al académico e ingeniero José de Hermosilla y al arquitecto Ventura Rodríguez convertir el Prado en un lujoso “salón” circoagonal que adornado con fuentes labradas por los mejores escultores del momento, a la manera de la Plaza Navona de Roma, evocase el mundo de la Antigüedad. En ese nuevo espacio urbano era donde Juan de Villanueva tenía que colocar el “paralelogramo extendido” del nuevo edificio del Palacio de la Ciencia, proporcionando un mayor lustre a un Paseo digno de una moderna capital europea.
 
Interesante es señalar como con anterioridad, en el año 1783, Ventura Rodríguez proyectó para el Paseo del Prado un edificio que no llegó a construirse pero del que se conservan los planos en el Museo de la Academia. Se trata de una gran stoa de planta semicircular de pórticos adintelados y cubiertos, de columnas toscanas y un ático de balaustres que serviría de “paseadero” y que a beneficio de la “comodidad pública” contaría con una fonda, una botillería y aseos.
 
De señalar es que este peristilo de Ventura Rodríguez, con capacidad para más de 3.000 personas, tendría una estatua ecuestre de Carlos III. Como se puede comprobar era un proyecto urbanístico muy a la moda del Siglo de las Luces. Otro tanto se puede afirmar del proyecto de Juan de Villanueva que, como ya señalamos, contaba con los pórticos cubiertos de paseo y dos estatuas ecuestres de las personas reales. La comparación entre ambos proyectos es evidente. Mientras la propuesta de Ventura Rodríguez, propia de un tardío Barroco resulta un tanto rígida y solemne, en cambio la de Juan de Villanueva tiene toda la delicada elegancia y graciosa hermosura estilística de un gran arquitecto neoclásico poseído por el más fino y acendrado aticismo.
 
 
Antonio Bonet Correa

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